Un grupo de vecinos de Baltasar Brum, localidad del Departamento de Artigas, lleva adelante un emprendimiento que promueve el desarrollo local a partir del cultivo de alimentos orgánicos y flora nativa.
Cada vez son más las escuelas que incorporan el manejo de huertas orgánicas como un espacio de aprendizaje integrado a la dinámica escolar. El contacto con la tierra, el plantar y cosechar lo que luego se sirve en la mesa, el cuidado del lugar, el valor del proceso, la emoción de hacerlo juntos; son solo algunas de las cosas que valoran los docentes, niños, niñas, padres y madres que han participado de estas experiencias.
Quizás uno de los proyectos de referencia sea la propuesta de huerta orgánica impulsados por la Fundación Logros desde hace algunos años en el Departamento de Artigas, concretamente en la localidad de Baltasar Brum, un pueblo de casi 3.000 habitantes.
Marcos Arzuaga, uno de los referentes de la organización en esta localidad, cuenta los motivos que los llevaron a desarrollar esta propuesta y qué implicó llevarla a cabo.
“Muy pocas familias con hijos en la escuela tenían huerta en su casa. Así que con la comunidad escolar comprometida construimos una huerta orgánica en la escuela para el cultivo de frutas y verduras con el objetivo de mejorar la nutrición y extenderlo a la comunidad. De hecho, la parte más difícil fue cambiar la actitud de los niños y los padres acerca de lo que comen, para cambiar la dieta de la carne a las verduras. Logramos cambios positivos porque los propios niños organizados en equipos fueron los verdaderos protagonistas al producir y consumir sus propios alimentos, motivando a sus padres a sembrar. Las investigaciones en el área social y medio ambiental realizadas por los alumnos fueron socializadas en la escuela, la comunidad, ferias de clubes de ciencia y también en el libro que sistematizó la experiencia: Hacia una Escuela Productiva y Sustentable; editado por el INIA – Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria – y compartido gratuitamente en las escuelas del Uruguay. “
Explica, además, que los resultados van más allá de la obtención de los alimentos, y que incluso la experiencia de la huerta ha sido un motor que impulsó el desarrollo colectivo y personal a otros niveles.
“Los niños decidieron conformar una cooperativa en la clase para gestionar mejor las tareas agrícolas y poder comercializar los excedentes de producción para adquirir material didáctico que necesitaba la escuela. Aprendieron a elegir representantes y decidir democráticamente en qué invertir el dinero recaudado, a realizar rendiciones de cuentas a la comunidad educativa con sus debidos comprobantes aprendiendo a manejar los fondos comunes con total transparencia. Una presidenta y un tesorero de la cooperativa escolar hoy son presidenta y tesorero de la Fundación Logros”.
Su actividad no sólo se reduce al cultivo de alimentos orgánicos, sino que además han incursionado en la producción de Microorganismos Efectivos y en el desarrollo de un vivero de especies nativas, este último gracias al apoyo recibido por PPD Uruguay en 2012.
Marcos destaca que el proyecto ha logrado integrar y potenciar en forma holística la mayoría de los objetivos del desarrollo sostenible en sus tres dimensiones: social, ambiental y económica, lo cual les valiera la nominación para el premio UNESCO – Japón 2018 en Educación para el Desarrollo Sostenible