¿Cómo afectó la pandemia a quienes producen alimentos orgánicos?

Conversamos con Paul Bennett y Andrea Delgado, ambos vinculados a proyectos de transición agroecológica apoyados por el PPD Uruguay, para conocer su perspectiva sobre cómo ha sido impactado el sector por las consecuencias devenidas a partir de la llegada del COVID-19 a nuestro país. 

Paul es Coordinador de Ecomercado, y ha estado vinculado desde hace muchos años a los procesos de transición agroecológica en nuestro país. Desde la localidad de Sauce, donde vive, ha trabajado en diversos proyectos que buscaron acompañar a los productores de la zona en hacer la transición hacia el modelo agroecológico.

¿Cómo afecto la pandemia al Ecomercado?

Nosotros tuvimos que tomar medidas de cambio rápidas para poder resolver la situación que en ese primer momento nos abrumó bastante. Hicimos un cambio de estrategia: volcamos todas las pilas a las familias y, evidentemente, a cambiar el sistema. Hubo mucho más vínculo porque al principio nadie quería salir de la casa, entonces la parte de los pedidos a domicilio creció inexorablemente. Cumplir con determinada cantidad de pedidos requirió aumentar el número de vehículos para transportar, ver la logística de entrega. Pero bueno, era la estrategia que había para trabajar en ese momento y tuvimos que realizar un reajuste.

Ahí nuevamente tanto los productores como el equipo que colabora en la tienda comprendió rápidamente la situación y adaptó los tiempos, las formas y las energías para que todo eso pasara. El alimento se transformó en una oportunidad porque la gente ahora está más en su casa y eso llevó a que parte de esos espacios que había para disfrutar o compartir dentro de la casa se trasladaron a la cocina.

Algunos rubros que si bien son básicos para el Uruguay estaban un poquito menospreciados volvieron a cobrar relevancia como son el boniato, el zapallo, el nabo, el puerro y el choclo para el puchero. Se notaba que había una transformación, un poco más de tiempo para dedicar a la cocina y eso significó que los pedidos aumentaron y rápidamente se pudo volver a una estabilidad a nivel de tienda.

Los primeros meses se trabajó muchísimo. A veces lo hablábamos con los productores, cuando todos estaban reservándose para cuidarse, a nosotros nos tocaba trabajar 10 veces más que antes, porque era casi 24 horas.

Tuvo sus partes complejas y sus partes positivas. Creo que a nivel de familias la demanda de alimentos creció un montón porque también pudieron encontrar el tiempo, el placer y el disfrute en enfrentarse a la tabla, la cuchilla y las ollas, algo que está buenísimo.

Con toda esta nueva demanda hubo que aumentar el volumen productivo, hubo que aumentar el área. Y eso lo realizamos de forma controlada a medida que la demanda va aumentando porque no se planta por plantar.

Andrea es productora agroecológica del Noreste de Canelones, integra el grupo de productores familiares «Los Olivos» de Tala con quienes lleva adelante una propuesta de entrega de canastas de productos agroecológicos en dicha ciudad. Participó del proyecto Desarrollo y promoción de experiencias de transición ecológica en el noreste de Canelones  apoyado por PPD en 2016. 

Acá afuera, en realidad, somos unos privilegiados porque la vida no nos ha cambiado mucho. Nosotros trabajamos directo con el cliente, solo con el sistema de canastas y son de la zona, no se trasladan muy lejos. Por eso, no hubo un cambio tan drástico con la pandemia como sí se notó en Montevideo.

Esperábamos una baja de ventas, sobre todo en el invierno del año pasado. Hace poco que estamos con esta propuesta, entonces no teníamos una referencia para comparar con años anteriores.

En 2019, tuvimos pocos clientes y en 2020 esperábamos que bajaran las ventas, pero fueron impecables, vendimos mucho más y, como decía Paul, vendimos muchos de esos rubros que otras veces no se venden tanto. Generalmente, nosotros notamos que se busca más lo verde, pero durante la pandemia se vendió muchísimo el zapallo, el boniato. También se notaba que la gente dedicaba más tiempo a cocinar.

¿Qué cambios han notado?

Creo que la pandemia ha hecho que mucha gente tenga una huerta en el fondo, aún inclusive en edificios, en las terrazas, en pequeños recipientes, están a baja escala, pero interesándose y viendo que hay una diferencia enorme en el sabor de los productos.

Pienso que los consumidores a medida que lo vayan conociendo, van a exigir que se abran más mercados orgánicos. Esto va a crecer, pero creo que también inciden las políticas del gobierno de si fomentan o no el consumo.

A nosotros, la red de agroecología nos ha apoyado muchísimo. Nos han dado herramientas, charlas, nos abren sus casas para que veamos cómo se desarrollan los productos. Es un trabajo de hormiga que ha sido muy bueno.

¿Cuáles son sus desafíos a futuro?

Nosotros queremos crecer. Mi sueño particular y el del grupo es que también se agreguen más productores, que confíen. Pienso que el sueño de todo aquel que trabaja en la agroecología es amigarte con tu propia tierra.

Llegar a más gente, llegar a que más consumidores prueben, que vean que hay una diferencia en los sabores y en muchísimas otras cosas.

En la agroecología hay que trabajar la tierra con las manos, hay que carpir. La gente está acostumbrada al químico que en realidad lo que hace es sacar mano de obra.

Estoy hablando de lo básico que no se ve. De repente se ve que lo orgánico es saludable, pero para tener eso hubo que trabajar la tierra con las manos. Es diferente con los químicos, que te quema y te saca toda la maleza más rápido. La gente tiene que valorar y saber que cuando se paga más por un producto orgánico es porque hay mucho trabajo detrás.

UP